En 1987, una bomba del Ejército Republicano Irlandés enterró a Gordon Wilson y a su hija de veintiún años bajo metro y medio de escombros. Sólo Gordon sobrevivió. Y perdonó. De los que pusieron la bomba, dijo: "He perdido a mi hija, pero no les guardo rencor...Esta noche, y todas las noches voy a orar para que Dios los perdone." Sus palabras captaron la atención de los medios de información, y en el dolor de un hombre, el mundo pudo captar un destello de la gracia. En este libro el galardonado escritor Philip Yancey explora la gracia al nivel de la calle. Si el amor de Dios es para quienes no merecen la gracia, entonces, pregunta, ¿qué aspecto tiene cuando actúa? Y si los cristianos son los únicos que la pueden distribuir, ¿cuán efectiva es la labor que hacemos para derramar gracia sobre un mundo que conoce muchísimo más de crueldad y de falta de perdón, que de misericordia? La gracia no excusa el pecado, dice Yancey, pero valora al pecador. La gracia genuina es sorprendente y escandalosa. Sacude nuestras ideas convenciéndoles con su insistencia en acercarse a los pecadores para tocarlos con la misericordia y la esperanza.

Gracia divina condena humana

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En 1987, una bomba del Ejército Republicano Irlandés enterró a Gordon Wilson y a su hija de veintiún años bajo metro y medio de escombros. Sólo Gordon sobrevivió. Y perdonó. De los que pusieron la bomba, dijo: "He perdido a mi hija, pero no les guardo rencor...Esta noche, y todas las noches voy a orar para que Dios los perdone." Sus palabras captaron la atención de los medios de información, y en el dolor de un hombre, el mundo pudo captar un destello de la gracia. En este libro el galardonado escritor Philip Yancey explora la gracia al nivel de la calle. Si el amor de Dios es para quienes no merecen la gracia, entonces, pregunta, ¿qué aspecto tiene cuando actúa? Y si los cristianos son los únicos que la pueden distribuir, ¿cuán efectiva es la labor que hacemos para derramar gracia sobre un mundo que conoce muchísimo más de crueldad y de falta de perdón, que de misericordia? La gracia no excusa el pecado, dice Yancey, pero valora al pecador. La gracia genuina es sorprendente y escandalosa. Sacude nuestras ideas convenciéndoles con su insistencia en acercarse a los pecadores para tocarlos con la misericordia y la esperanza.